- Familiares y agrupaciones de ejecutados, DD.DD y DD.HH de la región, rechazaron los dichos sobre la dictadura de la abanderada de Chile Vamos, Evelyn Matthei. Los crímenes, argumentan, fueron decisiones políticas de una arquitectura del miedo que se extendió por 17 años.
En el norte, la memoria también está escrita en la costa, en las quebradas y en la pampa. En Antofagasta, Calama y Tocopilla hay mujeres y hombres que buscan a sus seres queridos hace más de 50 años y sus hijos y nietos tienen — hasta el momento — una ausencia como herencia.
Fue allí, en el norte, donde las palabras pronunciadas la semana pasada por la candidata presidencial de Chile Vamos, Evelyn Matthei, dolieron… Y mucho. “No había otra alternativa (…) Era bien inevitable que hubiese muertos en 1973 y 1974, porque estábamos en una guerra civil”, dijo. Lo afirmó con una naturalidad que impresiona. Como si los degollados, los torturados, los desaparecidos, los exiliados, fueran daños colaterales de un país que buscaba orden.
Calama
En Calama, Ana Yueng, tesorera de Agrupación de Ejecutados y Detenidos Desaparecidos Políticos de la comuna, no lo podía creer cuando leyó los dichos de Matthei. A su padre lo acribillaron en los cerros de Calama. “¿Eso era inevitable?”, pregunta.
“Mi papá — Jorge Yueng (37) — fue ejecutado por la Caravana de la Muerte. Ni siquiera hubo Consejo de Guerra. No solo lo asesinaron, sino que a todos ellos (otras 25 personas) los torturaron e hicieron desaparecer. Cómo una mujer, con hijos, puede referirse de esa forma a la dictadura y todo lo que conllevó”.
Ana es clara: “Los militares se creyeron dioses, tomando la vida de miles de personas en sus manos. El pensar diferente se pagó con la tortura, relegación, exilio o muerte”.
Tocopilla
En el Puerto Salitrero, Alejandra Gómez, presidenta de la Agrupación de Familiares de Víctimas de Tocopilla, también quedó impresionada cuando leyó en Instagram los dichos de la abanderada de Chile Vamos. “Son de una violencia extrema. No pensó en las familias, en los cuerpos que aún no aparecen, en los que fueron arrojados al desierto o al mar… En los que aún esperamos”.
“Llevamos décadas buscando, preguntando, denunciando. Ahora que existe el Plan Nacional de Búsqueda para encontrar a los nuestros, ella habla como si eso no valiera”, comenta a nombre de la agrupación.
En Tocopilla, más de 30 personas fueron víctimas de la dictadura, entre ejecutados y desaparecidos. Dos de ellos aún no han sido encontrados: Manuel Muñoz Cornejo (33) y Luis Gómez Cerda (33). Este último, padre de Alejandra, quien tenía tres años al momento de la detención de su papá. “Sus dichos son parte del negacionismo que se ha instalado los últimos años. Matthei fue cómplice al defender a Pinochet en el pasado y ahora justificar lo injustificable”, concluye la hija de Luis.
A poco más de 180 kilómetros al sur, Antofagasta también tiene sus propias cicatrices. Allí el recuerdo de los fusilados y desaparecidos sigue marcando la vida de muchas familias.
Antofagasta
A la Quebrada El Way, al sur de Antofagasta, fue llevado José García Berríos (66), el abuelo de Mónica Díaz García. Militante comunista, secretario del partido en el Puerto Salitrero, “fue trasladado con otros detenidos desde Tocopilla, entre ellos el alcalde Marco de la Vega, a la cárcel de Antofagasta. Luego, los sacaron de allí de madrugada y los ejecutaron en la Quebrada El Way, tras el paso de la Caravana de la Muerte. Poco después, a mi madre la relegaron a Iquique y a mi tía a Quilpué. Nuestra familia se rompió para siempre”.
Mónica agrega: “Mis primos mayores fueron a reconocer el cuerpo de mi abuelo a la morgue. Por lo tanto, escuchar estas declaraciones de Matthei es muy fuerte como familia”, expresa la presidenta de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos y Detenidos Desaparecidos de Antofagasta, agrupación integrada en la Coordinadora Nacional de Agrupaciones.
Héctor Maturana fue detenido en 1980 y torturado en la Providencia, a pocas cuadras del centro de Antofagasta. Su familia también se desintegró, comenzando por su hermano, quien tuvo que exiliarse.
La voz de Héctor es pausada pero directa. “Matthei no disfraza su discurso. Ella cree que matar por pensar distinto está bien, como si no hubiera otra forma, como si los muertos no fueran personas”.
“Es una ignorancia de parte de ella decir que los crímenes de 1973 y 1974 se justifican por ser inmediatamente después del Golpe”, afirma categórico. “Todo el periodo de la dictadura fue brutal y no tiene parangón en la historia de Chile”, expresa Maturana, quien es vicepresidente de la Agrupación Providencia, entidad que el mismo día rechazó los dichos de la candidata.
Fabiola Mutarello, hija de Vitalio Mutarello Soza (28), detenido desaparecido en la Oficina Pedro de Valdivia, también repudió las frases negacionistas. “Mi padre era socialista y presidente del sindicato obrero. Se enteró por radio que los militares tenían secuestrada a su familia y que todo aquel que lo escondiera iba a ser castigado. Entonces por eso se entregó, pero nunca hubo secuestrados, era una mentira para que él tuviera miedo y fuera a la Comisaría”, comenta.
Al igual que los demás casos, su familia se desintegró, se destruyó. “Hubo muchas consecuencias emocionales y me da escalofríos que ella (Evelyn Matthei) llegue a ser presidenta del país”.
Antes de llegar a conclusiones, están los hechos, la historia. Para quienes han estudiado el quiebre democrático de 1973, las palabras de Matthei no son solo imprecisas: son una distorsión peligrosa.
Batalla por la memoria
Respecto de los dichos de la candidata presidencial, el profesor de Historia y estudiante de Doctorado en Historia de la Universidad de Santiago de Chile, Felipe Delgado Torres, tiene una mirada totalmente distinta.
“La circulación de discursos que niegan o relativizan la violencia estatal tras el 11 de septiembre de 1973 ha sido una estrategia persistente de quienes apoyaron el Golpe y la dictadura. Lo dicho por Evelyn Matthei responde a esa lógica: imponer una versión de la historia que absuelva responsabilidades, justifique la represión y legitime un proyecto autoritario que se impuso a sangre y fuego”.
“A más de cincuenta años del golpe, igualar víctimas con victimarios o presentar las violaciones a los derechos humanos como un mal necesario no sólo distorsiona el pasado: banaliza el horror. Las cifras — más de tres mil asesinados y desaparecidos, más de mil centros de detención — desmienten cualquier relato de inevitabilidad”, puntualiza Delgado. Lo que persiste es una batalla por la memoria que interpela tanto a las autoridades como a una sociedad que debe asumir su historia con verdad, justicia y respeto irrestricto por los derechos humanos.
Arquitectura del miedo
“Era inevitable que hubiese muertos…”. No, no era inevitable. Fue una decisión política, una maquinaria de exterminio desde el mismo día del Golpe. Fue una arquitectura del miedo levantada y mantenida por 17 años.
Quizás lo más brutal no fue lo que dijo Evelyn Matthei, sino cómo lo dijo. Con una frialdad quirúrgica, como si repitiera un discurso, no una tragedia del pasado reciente. O más bien como si no supiera, o quizás no le importara, que hay mujeres que llevan más de cinco décadas buscando huesos en la pampa, en la costa y en piques mineros de la región… Y lo peor de todo: que hay padres y madres que envejecieron y murieron sin tener una tumba donde visitar a sus seres queridos.
Decir que fue inevitable es volver a matar. Es poner una lápida sobre la memoria y declarar que las dictaduras son justificables si los muertos son los otros. Pero en Chile aún hay quienes no han podido enterrar a sus muertos y mientras eso no ocurra, toda justificación será una forma de olvido. Para que nunca más en Chile.
Artículos originalmente publicado el 21 de abril de 2025 en el diario La Estrella.